Libro vs película: La Cenicienta

¿Hace falta contar de qué va la película? A estas alturas, espero no equivocarme al decir que todos alguna vez hemos visto oído sobre el clásico de Disney. Para quién no sabe, La Cenicienta es originalmente un cuento de hadas folclórico que ha tenido múltiples versiones, entre orales y escritas. Dos de las más conocidas son las de los Hermanos Grimm (1812) y la de Charles Perrault (1697), siendo esta última la versión que utilizó la factoría Disney para elaborar la película estrenada en 1959. Así que, si has visto aquella cinta de dibujos animados, tienes que saber que con esta nueva versión de La Cenicienta no te llevarás ninguna sorpresa: es fiel a la adaptación que todos conocemos y pocos son los detalles que el director ha cambiado en la historia. No obstante, eso no la hace aburrida - ni mucho menos - sino que la convierte en una película amena capaz de evocar los bonitos recuerdos de nuestra infancia, aquellos en que los clásicos tenían protagonismo.

Creo que esta es la primera vez que veo una película en la que conozco a casi todo el reparto (y no tengo absolutamente ninguna objeción con ellos, todos me parecieron perfectos en sus papeles). A Lily James la vi en Downton Abbey y a Richard Madden en mi adorada Game of Thrones y creo que acertaron al ponerlos como Cenicienta y el Príncipe. Si bien es cierto que ambos tiene química en la pantalla, el romance no ha terminado de convencerme. Sabemos que la versión de Disney nos presenta un edulcorado instalove y el infaltable felices para siempre y en esta nueva versión me temo que tenemos casi lo mismo. ¿Culpa de Branagh (el director), de Disney o de Perrault? No estoy segura, pero para que no sea tan obvio, en esta película han decidido añadir algunas escenas que no salen en la versión de dibujos, escenas en las que podemos ver más interacción entre el Príncipe (¡que por fin tiene un nombre!) y la adorable Ella, que van dando un poco más de forma a su historia de amor.

Pese a que la misma historia no permite mucho desarrollo en los personajes, creo que mis preferidos han sido el de Lady Trementine (la cruel madrastra interpretada por Cate Blanchett) y el Hada Madrina (representada por la siempre genial Helena Bonham-Carter). De la primera tenemos más que un atisbo de su vida. No es desalmada porque así lo dice el guión y punto, si no que vemos que ese carácter es en realidad producto de los celos y el sufrimiento que ella misma ha tenido en su vida. En cuanto al Hada Madrina, se aleja de la tierna anciana que todos conocemos y tenemos a un personaje algo despistado que le aporta ese toque de comicidad y picardía a La Cenicienta.

¿Qué es lo que más me gustó de La Cenicienta? Aparte de los ojazos de Richard Madden y el precioso vestido azul de Ella, tres cosas: el vestuario, la fotografía y la dirección artística. Me ha parecido que todo está tan bien cuidado y es tan precioso que brilla por sí solo. Aún si la historia no llega a llamarte la atención, estoy segura de que estos componentes sí que lo harán. Al ser La Cenicienta una historia atemporal, no tiene un código de vestuario específico, por lo que el director ha situado el escenario a medio camino entre la Regencia inglesa y la época medieval, teniendo como resultado una ambientación maravillosa en la que - según he leído por ahí - han recurrido lo menos posible a los efectos especiales.

En conclusión, La Cenicienta es una entretenida adaptación del clásico de Disney (y del cuento de Perrault). No tiene muchos giros inesperados, pero podría decirse que lo compensa con el increíble despliegue en cuanto a dirección artística. Ideal para verlo con los amigos o la familia, para suspirar con una bonita historia de amor y para creer - aunque sea por unas horas - que los sueños pueden hacerse realidad.