Carta a Mario Vargas Llosa

28 mar 2017


Querido Don Mario,

        Han pasado varios años desde que lo conocí a través de las letras y hoy tengo el gusto de poder decir que he leído y disfrutado varias de sus novelas. Algunas de ellas llegaron a mis manos durante mi época de colegial, cuando aún era uno de los candidatos más voceados para el prestigioso Premio Nobel de Literatura (que finalmente obtuvo en el 2010). Fue gracias a esas clases de literatura que tuve un primer acercamiento al boom latinoamericano, del cual usted es considerado uno de los máximos representantes. Recuerdo que la profesora nos hablaba de “jóvenes escritores que fueron a conquistar Europa con sus novelas sobre América Latina” y mi imaginación recreaba a un joven Mario caminando por las calles de Barcelona o tomando un café en largas y tendidas tertulias con sus compañeros de esos años, tales como Cortázar y García Márquez. Me imaginaba enriquecedoras charlas donde la coyuntura política y social del momento eran los temas principales de fructíferas conversaciones. 

        Recuerdo aquel momento cuando en el colegio nos dejaron de tarea leer los primeros capítulos de La Ciudad y los Perros y créame que al final me terminé leyendo la novela entera. No sólo porque la historia me atrapó desde el comienzo, sino que me mostró una realidad que en esos momentos no era ajena. La historia de todos estos alumnos viviendo en el Colegio Militar Leoncio Prado, las aventuras y las dificultades que padecían, el maltrato y el dolor de ver a adolescentes que alejados de sus familias tenían que recibir una rígida y castrense formación militar… creo yo que a partir de esta novela es que tengo mis conflictos con la instrucción militar y todo lo que a ella se refiere.

       Años después, Don Mario, me encontré con otra de sus historias que definitivamente entra en el top de mis mejores lecturas de la vida: Conversación en la catedral. Con esta novela tengo una historia particular. Por motivos personales tuve que hacer un viaje hacia Piura y lo hice por bus; dieciséis horas de camino y ... ¿qué mejores compañeros de viaje que Zavala y Ambrosio? Si hay una novela que no pude despegar de las manos ha sido esta, muy especialmente por la prosa, el argumento que se van confabulando entre ellos, las verdades que va conociendo Santiago Zavala sobre su padre y su familia. Otro de los personajes que realmente retrata la novela fue Cayo Bermúdez; sórdido y sin escrúpulos. ¿Sabe que, Don Mario? Aun cuando la haya escrito a finales de los años sesenta, los temas que usted aborda - la corrupción, el manejo del poder y los grandes negocios que se arman para beneficios de unos pocos - son también temas que hoy en día son parte de nuestra sociedad, a tal punto que es casi como leer una crónica de la actualidad.

       Varias veces me han preguntado con qué novela debería uno empezar a leer su obra (sobre todo si se trata de jóvenes lectores), y mi respuesta es casi siempre la misma: Travesuras de la niña mala. Y sí, también con ella tengo una anécdota que contar: el libro llegó a mis manos un domingo previo a mis parciales en la universidad. Recuerdo que compré la novela que acababa de salir a la venta (2006), por puro impulso, pese a que sabía que no podría leerla hasta acabar los exámenes. Grave error, porque decir que “sólo voy a leer las primeras páginas para saber de qué va” es una de las grandes mentiras de todo lector. Cómo se imaginará, mis notas de esos parciales fueron de regulares a malas porque mi mente se negaba a entender fórmulas o hechos, sino que acompañaba a Ricardo Somocurcio en sus sus periplos encontrando y “perdiendo” a la “chilenita”. ¿Estudiar? No, mis días se fueron en todas y cada una de las ciudades dónde vivía y, a la par que él, se me rompía el corazón cada vez que su gran amor se alejaba. Puede que Travesuras de la niña mala esté ambientada en ciudades y momentos políticos puntuales, pero lo realmente extraordinario de la historia es el conflicto amor / desamor de estos personajes. Disfruté cada página y cada lugar gracias a usted, y aunque las calificaciones finales no fueron las mejores, la aventura vivida lo valía con creces.

        Los cuadernos de Don Rigoberto o La Tía Julia y el escribidor (que recuerdo la leímos a la par con una amiga que estudio periodismo con la finalidad de poder conocerlo y entrevistarlo) también han sido novelas que me han acompañando y que han dejado un maravilloso recuerdo en mi vida como lectora. Tengo pendiente La Guerra del fin del mundo, novela que muchos críticos la señalan como una de sus grandes obras. Particularmente sigo creyendo que Conversación en la catedral es insuperable pero, nada está dicho mientras usted siga deleitándonos con sus historias. 

        Esta misiva no sólo es un recorrido de mis apreciaciones como lectora de sus novelas, don Mario, sino el agradecimiento como lectora por las grandes historias que nos ha brindado. Sé que muchas veces se confunde su actividad de escritor como la de político, pero para mi lo importante siempre es el valor que nos deja en cada una de sus novelas, ensayos y crónicas periodísticas. Si hay un autor que todo peruano y latinoaméricano debe leer como parte de su educación y formación personal debe ser a usted - además de sus congéneres del boom latioaméricano - por el legado que nos sigue deja para la posterioridad, pero sobre todo, por la pasión que se lee en cada una de sus páginas. Le deseo una larga vida, don Mario, y que celebre en su amada Arequipa sus primeros 81 años.

Con cariño,

Victoria Delgado

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