Reseña: Hija de las tinieblas

19 sept 2017

HIJA DE LAS TINIEBLAS
La saga del Conquistador (1 de 3)
+ Datos sobre el libro | Lee los primeros capítulos

Su columna vertebral era acero; su corazón,
una armadura; y sus ojos, fuego

¿Les confieso algo? En mi cabeza siempre han coexistido dos Drácula. El primero es el vampiro, ese que Bram Stoker hizo popular y a partir de cuya figura se han creado una serie de historias - algunas mejor construidas que otras - en la literatura y el cine. El segundo es Vlad Tepes (también conocido como Vlad III, Vlad el Empalador o Vlad Drăculea), príncipe de Valaquia, que vivió entre 1431 y 1476 y cuya figura sanguinaria sirvió de inspiración para que Stoker creara su inmortal personaje. Admito que conocía más del primero que del segundo porque los vampiros nunca fueron lo mío (culpo en parte a CREPÚSCULO, aunque DRÂCULEŞTI me hizo cambiar un poco de perspectiva) pero apareció HIJA DE LAS TINIEBLAS con una propuesta interesante y yo misma me hice la pregunta, ¿por qué no? Sobretodo porque el enfoque es más de corte histórico - mi debilidad - y la fantasía pasa a un segundo plano. Y por la curiosidad de ver cómo es que Kierstin White ha transformado a uno de los personajes más recordados de la historia en una figura femenina, sin perder la esencia de salvaje y vengativa. 

En nuestra noche de bodas - expresó ella -, te cortare la lengua y me la tragaré. De esa manera, las dos lenguas que pronunciaron los votos matrimoniales serán mías y solo me habré casado conmigo misma. Lo más probable es que mueras desangrado, lo cual será lamentable, pero al menos no me transformaré en una viuda digna de compasión, sino que ocuparé el papel de ambos esposos

Ladislav - más conocida como Lada - es la primera hija legítima de Vlad Dracul, un príncipe déspota que nunca esperó que el primer fruto de su descendencia fuera mujer. Menos que su segundo hijo, Radu, fuera una criatura débil y asustadiza, que destacaba por su belleza y no por un feroz temperamento. Ninguno era lo que su padre esperaba de ellos y no le resultó difícil entregarlos como rehenes al sultán del Imperio Otomano. Los primeros años en su natal Valaquia marcaron la vida de ambos: Lada creció siendo una niña difícil de doblegar, capaz de manejar armas con la misma facilidad que cualquier soldado. Radu, por su parte, se refugió más en las lecturas, en conocer a las personas antes de juzgarlas. Al ser vendidos al sultán dejan todo atrás: su familia, su idioma, su propia tierra, para vivir en una corte donde lo mejor es pasar desapercibidos antes de que a alguien se le ocurra pedir sus cabezas. Ahí es donde conocen a Mehmed, el hijo del sultán, tercero en la línea de sucesión y compañero de aventuras de ambos hermanos.

HIJA DE LAS TINIEBLAS ha resultado ser mucho más de lo que esperaba. Es una novela compleja en muchos sentidos, pero también capaz de llegar al corazón. Admito que los primeros capítulos pueden ser un poco densos, pero son absolutamente necesarios para situar el contexto, el tiempo y empezar a modelar a los personajes. La autora se ha tomado su tiempo para recrearlos, para esculpir sus características con el paso de los años. Vemos a Lada crecer, de ser una niña rebelde a una mujer de armas tomar, capaz de infligir dolor, de cerrar su corazón y de dejarse guiar siempre por la lógica… pero también una joven que empieza a descubrir los cambios de su cuerpo y cómo este puede ser más que un mero instrumento para la batalla. Es impulsiva y salvaje (y por momentos da ganas de darle un sopapo para que deje el orgullo de lado), pero siempre es ella, Lada en toda su esencia. Radu no se queda atrás: puede que no sea un luchador de armas, pero la estrategia y las palabras son su as bajo la manga. En los primeros capítulos me resultó un chiquillo más bien quejumbroso, pero conforme crece y evoluciona es imposible no querer esa faceta de niño que siempre tendrá en él. Y Mehmed, que pasa de ser un hijo más del sultán a un personaje importante en el Imperio poco a poco empieza a ganarse el corazón del lector, a la par que el de los dos hermanos Draculesti. Porque sí, estamos ante un triángulo amoroso poco convencional, en el que cada decisión, cada palabra o cada secreto puede romper el corazón de uno u otro personaje. He sufrido como pocas veces con los últimos capítulos y me arrepentí de haber pensado, por un momento, que si la novela hubiera tenido menos páginas sería mejor. No, no podría haber sido posible. La autora ha jugado bien sus cartas: se ha tomado su tiempo al construir la historia y por eso ha logrado que cada personaje conecte con el lector, porque vemos sus distintas facetas, porque conocemos sus puntos fuertes y sus debilidades, porque los vemos tan humanos que casi parecen reales. Bien logrado, Kierstin White.

Si Lada simbolizaba la maleza cubierta de espinas que germina en medio de un cauce agrietado y seco, Radu representaba a la delicada y dulce rosa que se marchita si las condiciones que la rodean no son perfectas.

No contenta con tremendos personajes, White nos regala un escenario magnífico y un argumento cuanto menos intrigante. Sí, reconozco que aquí no puede haber spoilers de los grandes (la historia sigue siendo historia, por mucho que ahora tengamos a un Vlad Tepes en versión femenina) y si alguien se pone a husmear un poco en Wikipedia, sabrá más o menos qué le depara la vida a cada personaje. Y digo más o menos porque la autora se ha tomado ciertas libertades, pero ha respetado gran parte de los hechos históricos. En HIJA DE LAS TINIEBLAS nos presenta un poco de todo: desde intrigas políticas y palaciegas (qué interesante me resultó las jerarquías del Imperio Otomano y los tejemanejes que se cuecen en el harén del sultán), conflictos entre hermanos (era inevitable que Lada y Radu chocaran en más de una ocasión), batallas y guerra (White no se corta al momento de hablar de violencia y sangre) y por supuesto, la dosis necesaria de misterio que entreteje a la novela y la pizca suficiente de romance - del doloroso - para aderezar el libro. Quizás el punto menos fuerte de esta novela sea el estilo de narración de la autora, pero se nota que ha habido una evolución entre los primeros capítulos y los últimos. Sin embargo, con una mezcla como la que nos ofrece es difícil que un lector de fantasía épica, de histórica e incluso uno que nunca ha leído del género caiga en sus redes. ¡Y vaya con el final! Hace tiempo no encontraba uno que, sin ser muy abierto, deja con ganas de ir enseguida a por la siguiente entrega.

¿Juego de Tronos en versión juvenil y situado en el Imperio Otomano? Ese es el argumento que he escuchado / leído en varias críticas y lo cierto es que, si vas con esa premisa en la cabeza, mucho me temo que HIJA DE LAS TINIEBLAS no alcanzará las expectativas. Mientras la serie de Martin es fantasía épica y novela río, la propuesta de White va más bien por otra línea y es capaz de brillar por sí sola. Dejen las ideas preconcebidas de lado y denle una oportunidad a este libro, creo que tiene los componentes necesarios para convertirse en una saga interesante, a la que desde luego seguiré la pista. 

1 comentario

  1. Ah, pero me pongo de pie y te aplaudo. No podría estar más de acuerdo con tu reseña, en todo sentido. Me alegra que te haya gustado. Ahora a esperar el siguiente, no?

    Un abrazote

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