Mi puntuación: ★ ★ ★ ★
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La Gran Guerra se llevó la vida de miles de soldados, las ilusiones de cientos de personas y la infancia de muchos niños. De padre alemán y madre francesa, Pierrot Fischer llegó al mundo en un hogar lleno de cariño, pero en el que la Guerra logró infiltrarse a través de su padre, víctima de los traumas que ocasiona ver la muerte tan de cerca. Es por eso que creció solo con su madre y con Anshel, su vecino judío, un niño al que llegó a considerar su mejor amigo y casi como un hermano. Mientras 1935 asomaba en París y los primeros vientos de la II Guerra Mundial se empezaban a sentir, la vida de Pierrot cambió por completo: al quedar huérfano debe abandonar su barrio, sus amigos y su país para viajar a Alemania, a trabajar junto a su tía Beatrix en una imponente mansión ubicada en lo alto de una montaña, una residencia conocida como Berghof, el refugio en el que Adolf Hitler tenía en los Alpes.
A sus siete años, Pierrot deja de llamarse así para pasar a ser Pieter, un chiquillo que vivirá los próximos años en un entorno cargado de tensión, miedo, de rebeldía, de exacerbado nacionalismo. Crecer en una casa donde se elaboran planes de exterminio, donde se condena a cientos de personas por un "fin mayor" traerá sus propias consecuencias: poco a poco, Pierrot no solo cambia de nombre, sino que empieza a saborear lo que es el poder y la sensación de superioridad mientras, sin darse cuenta, empieza a dejar su propia inocencia y su corazón gentil de lado.
Sabes por qué lleva uniforme la gente, ¿verdad, Pierrot? Porque la persona que lo lleva cree que puede hacer lo que le apetezca. Puede tratar a los demás como nunca lo haría si llevara ropa normal. Insignias, guerreras o botas altas... Los uniformes nos permiten dar rienda suelta a nuestra crueldad sin sentirnos culpables.
¿Una novela de John Boyne ambientada en la II Guerra Mundial? Sí, era inevitable que esta historia cayera en mis manos. Tras el final desgarrador de El niño con el pijama de rayas (tanto libro como su bien lograda adaptación) no había forma de negarme a comprobar si Boyne seguía teniendo esa forma especial de contar historias, de ir trazando las pinceladas de una novela que, sin darse uno cuenta, ha llegado al corazón del lector... y esta vez se ha arriesgado demasiado. Con EL NIÑO SOBRE LA CIMA DE LA MONTAÑA no vamos a escondernos de la SS, no iremos a parar a las inhumanas condiciones de los campos de concentración ni nos embarcaremos en una larga jornada de huída a través de los espesos bosques europeos. Boyne va más allá y lleva a Pierrot al Berghof, a experimentar de primera mano lo que es crecer bajo la sombra del Führer. Sin embargo, creo yo que lo más interesante de esta novela no es la sensación latente de peligro que existe a lo largo de las páginas (recuerden que, aunque el niño fuera alemán, tenía raíces judías) sino la evolución del propio protagonista: pasa de ser un niño asustadizo y obediente a un muchacho que poco a poco empieza a contagiarse de la ideología nazi, que empezará a desvivirse por contentar al dueño de casa.
¿Saben por qué me gustan tanto las novelas históricas? Porque muchas veces conocemos los hechos principales, sabemos las consecuencias de ellos. Pero, ¿qué hay de los detalles, de los pequeños giros que pueden ser el inicio de grandes desenlaces? Muchas veces quedan relegados, apenas recordados por los testigos más cercanos o porque alguien decidió que era lo suficientemente importante para sí mismo como para conservarlo. Con EL NIÑO EN LA CIMA DE LA MONTAÑA, el autor nos trae la pregunta: ¿qué podría pasar si un niño huérfano viviera en una casa con el propio Hitler? ¿Cómo es ver el desarrollo de una Guerra desde el interior, ser testigos de la pérdida de la humanidad? Y para respondernos está Pierrot, pero también un elenco de personajes secundarios que tienen un papel, cada uno a su manera, en la forma de ver la vida de nuestro protagonista, que le tocó vivir ese cambio de niñez a adolescencia en una de las épocas más duras de la Historia.
Nunca finjas que no sabías lo que estaba pasando aquí. Tienes ojos y oídos. Y estuviste en esa habitación muchas veces, tomando notas. Lo oíste todo. Lo viste todo. Lo sabías todo. Y sabes también de qué cosas eres responsable...Te queda mucha vida por delante para llegar a aceptar tu complicidad en estas cuestiones. Pero nunca te convenzas de que no lo sabías. Ése sería el peor crimen de todos.
Si crees que en EL NIÑO EN LA CIMA DE LA MONTAÑA encontrarás otra novela al estilo de El niño con el pijama a rayas y terminarás llorando a lágrima viva estás muy equivocado. No en el sentido de que la novela resulta superficial, porque no lo es. Boyne tiene ese capacidad de llegar al corazón y lo logra en esta nueva historia, pero de una manera diferente. Pierrot y Bruno son dos personajes distintos, envueltos en dos situaciones distintas. Cada uno tiene que vivir con lo que el destino les ha preparado, pero no por ello dejan de ser cercanos. Particularmente sentí que EL NIÑO EN LA CIMA DE LA MONTAÑA quizás pudo dar aún más de sí, ahondar en la psicología del personaje, ir más allá del "qué hubiera pasado sí". No obstante, para ser una historia corta, enfocada tanto para jóvenes como adultos, creo que ha estado bien construida. Eso sí, Boyne se luce con ese último capítulo (más bien, con la última mitad del capítulo), dejando las puertas abiertas a un resquicio de esperanza. En resumen, una novela recomendada.
2 comentarios
Hola! Sinceramente, no sé si ahora mismo estoy para una novela así. Además, quiero leer la otra, que sé que es un debe inmenso, pero todavía no apareció el momento.
ResponderEliminarEn fin, me encantó la reseña y confío en vos, así que la voy a tener en cuenta, pero quizás después de leer la otra, y si me gusta.
Un beso!
Hace tiempo ya que leí El niño con el pijama de rayas pero no sabía que había publicado este libro. Me lo apunto para leer =)
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