Reseña: Heima es hogar en islandés

Heima es hogar en islandés
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Toda mi vida era "rara", con sus dos consonantes, sus dos vocales y sus millones de consecuencias

Laura está cansada de todo: de sus padres que viven peléandose eternamente desde que anunciaron su divorcio. De Javier, el chico del que alguna vez estuvo enamorada pero que le hizo más daño con sus palabras que con sus acciones. De una carrera que no le satisface y de un mundo que no le comprende. Padecer acromatopsia podría ser lo de menos. ¿Cuál es la diferencia de ver o no los colores si en su mundo todo es de un gris apagado? Así que Laura no encuentra una mejor solución que coger una maleta, empacar unas pocas pertenencias y subirse en el primer vuelo que encuentre - sea a donde sea - y alejarse por un tiempo de los problemas. 

Su destino termina llevándole a Islandia - la fría, nórdica y preciosa Islandia - donde de un día para otro pasa de ser una turista medio perdida sin itinerario a una chica que se embarca en un road trip junto a dos islandeses tan distintos el uno del otro. Conoció a Orri, pícaro, alegre y eternamente optimista, en un restaurante y apenas un día después acepta embarcarse junto a él en una aventura en la que pretenden recorrer la isla en cuatro ruedas, descubriendo cada uno de los mágicos rincones que esconde en cada parada. Guðjon (más conocido como Jhon) es su otro acompañante, un poco menos simpático y misterioso, pero con quién al final termina haciendo buenas migas. Porque, ¿acaso este viaje no es la mejor manera de vivir el presente, de poder cambiar el curso de su vida? Laura no lo sabe, pero será mucho más que eso: ese viaje será una pequeña puerta a un futuro que nunca contempló, pero que quizás anhelaba más de lo que quería reconocer.

Suele decirse que las alegrías compartidas son doble alegría y que las penas compartidas son medias penas. Lo que se calla la gente es que las penas comparadas son también penas más ligeras

Luego de Los días que nos separan, ¿cómo decirle que no a una novela de Laia Soler? Sobretodo con esa portada preciosa y esa sinopsis que prometía llevarnos a conocer Islandia de la mano de una pluma que sabe como contar historias. Aunque los motivos del viaje de la protagonista no terminaran de convencerme, aunque su inglés era sospechosamente demasiado bueno pese a no ser su lengua materna, terminé embarcándome junto a Laura en esa camioneta porque... ¿saben qué? ¡Los road trips me encantan!  Hay algo de especial en esos viajes, que más que una ruta turística o no, constituyen una travesía interna en la que los personajes se reencuentran consigo mismos para valorar su pasado, su presente y buscar la mejor cara para enfrentar el futuro. Laura no fue la excepción y me gustó su evolución a lo largo de la historia: pasó de ser frágil y asustadiza a una chica que sabe plantarle cara a la adversidad. 

Una de las cosas que más me gusta de la autora es la facilidad con la que puede construir un buen escenario y dotarlo de magia. Su pluma es rica en descripciones, soltando los detalles necesarios para que el lector pueda situarse en cada una de sus escenas. Y esta habilidad calza perfecta con Heima es hogar en islandés. ¿Cuántos hemos tenido la oportunidad de viajar a esa remota isla del Atlántico? Muy pocos, creo yo, y hacerlo a través de una novela es de las mejores cosas que me han pasado. Además, el libro viene ilustrado y documentado con fotos que la propia Laia hizo durante su viaje personal y por si fuera poco ¡la novela hasta tiene soundtrack! Aquí puedes escuchar la voz de Drew poniéndole el toque musical a la historia.

Creía que eramos nosotros mismos los que moldeábamos nuestro camino según nuestras circunstancias y nuestras decisiones.

Comento casi de pasada para no soltar algún spoiler que la novela tiene un toque fantástico que le da un giro completamente inesperado a la historia. No me lo veía venir y durante páginas no supe cómo tomármelo. Lo cierto es que cambia las cosas. No de manera drástica, pero incluso te llegas a preguntar si realmente era indispensable. Al comienzo no lo comprendía, pero poco a poco fui haciéndome a la idea de que no venía nada mal y hasta el escenario se prestaba para eso. Pero de todos modos me queda la sensación de que se pudo trabajar un poco más e ir allanando el terreno desde las primeras páginas, solo para que no caiga como una especie de bomba sobre el lector. 

En cuanto al final, creo que es perfecto para la historia. Realista, un poco agridulce, pero dejando una puerta abierta hacia el futuro. Me gustan este tipo de finales para las novelas juveniles: los veintipocos años es una edad en la que la vida no se puede limitar a un felices para siempre o una lacrimógena y dramática despedida. Por supuesto que me encantaría saber qué fue de Laura en un futuro, pero las pistas que nos suelta son más que suficientes para poder imaginarme qué seguirá luego de ese epílogo. 

Así que, en conclusión, Heima es hogar en islandés ha sido una buena novela. Definitivamente no llega al nivel de Los días que nos separan, pero sigue teniendo la esencia de Laia, esa capacidad de llegarte al corazón para regalarte horas de buena lectura. Disfrútenlo, y aprovechen de visitar Islandia de la mano de esta joven autora.