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"Yo, Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, pretendo en estas páginas dar cuenta de mi vida íntima. Es mi intención rescatar de la memoria todos los acontecimientos sustanciales, relatar todos los altibajos de mi vida física, lo mismo que de mi experiencia”
Rudolf Hoss, nacido en Alemania en 1900, fue el líder máximo del campo de concentración Auschtwitz-Birkenau durante los años 1940 a 1943. Se le conoce como un hombre frío que llevó a cientos de miles de judíos a la muerte, sea a través de las cámaras de gas, por ejecución o distintos tipos de tortura. Son varios los libros sobre II Guerra Mundial que he leído, pero ninguno desde el punto de vista de un victimario. He visto diarios, crónicas e historias contadas en tercera persona. He visto aquellos que fueron hechos reales y otros que mezclan la ficción entre sus páginas. Pero, ¿algo como El comandante? Hasta ahora no, y eso me lleva a lanzarme unas cuantas preguntas antes de iniciar su lectura: ¿qué clase de mente perversa puede estar detrás de una persona capaz de asesinar a miles de seres humanos, de separar familias y condenar a ancianos y niños sin miramientos? ¿Qué clase de alma puede soportar ver (y cometer) asesinatos a sangre fría y observar de manera incólume como los presos se desvanecen en las cámaras al aspirar el Zyclon B? El comandante es una historia contada por Jürg Amann, que a partir de los apuntes que dejó el propio Höss busca reconstruir su historia y respondernos a esa pregunta.
Es posible que tan solo quienes hayan vivido en persona esas circunstancias o sean capaces de imaginarse a sí mismos en esos tiempos tan convulsos puedan comprenderlo.
¿Saben algo? Es difícil no terminar esta novela con sentimientos encontrados. Es posible que en su afán por construir una historia narrada en primera persona - a manera de monólogo - el autor haya dotado de ciertas pinceladas de ficción a su novela (por muy personales que sean las notas de Höss siempre hay algo que el escritor aporta al libro) y eso es lo que me ha tenido reflexionando en estos días. El objetivo de El comandante no es llegar a sentir compasión por el protagonista, sino tratar de acercarnos a su historia y ver la otra cara de la moneda. ¿Qué lo llevo a dar cientos de órdenes de asesinato? ¿Qué había más allá de su faceta de comandante y como sobrellevaba el cargo de conciencia (si es que lo tuviera)? ¿Hubo algún momento en que quiso desistir de las órdenes del Führer? Desde su infancia en Baden - Baden hasta los últimos días de su vida, Höss (a través de la voz de Amann) relata sus pensamientos y vicisitudes, cuestiona sus decisiones y reflexiona sobre sus actos. Habla sobre el mismo, sobre su familia, sus hijos. Habla sobre los judíos, sus camaradas alemanes, su propia ideología política. En las ciento y pocas páginas logramos construir un perfil del personaje, un hombre que actuó de forma calculadora y cuyas acciones son más que reprobables, pero que al fin y al cabo es humano y capaz de admitir en qué pudo equivocarse a lo largo de su vida. ¿Qué tanto es verdad y que porcentaje no lo es? La respuesta queda en el autor, pero principalmente en el propio Höss.
¡Cómo envidio a mis camaradas, que murieron como verdaderos soldados! [...] Que la opinión pública siga considerándome una bestia sedienta de sangre, un sádico inhumano, un genocida. Las masas no pueden imaginar al comandante de Auschtwitz de otro modo; nunca comprenderían que él también tenía corazón y que no era mala persona.
Es posible que El comandante no sea para cualquier tipo de lector. Hay pasajes crudos e intensos, otros vistos desde una forma tan calculadora que cueste creer que se está hablando de seres humanos. Pero sobre todo, es el hecho de estar, por unas horas, en la cabeza de una persona que cometió tantos crímenes lo que puede resultar perturbador. O esclarecedor, quizá para algunos. Pero si eres un lector que sigue de cerca los libros de esta temática te lo recomendaría especialmente. Es algo distinto, una perspectiva interesante que vale la pena conocer.
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