Reseña: Prada y prejuicio

23 feb 2012

Es una verdad universalmente conocida que una adolescente de viaje en Inglaterra con sus compañeros de instituto debería pasarlo a lo grande. Pero el destino de Callie Montgomery está totalmente en contra de cada una de las decisiones que ella toma.

Desde su primer día en Londres, la pobre muchacha ha venido arrepintiéndose de haber logrado convencer a sus padres para que le den permiso. Las razones son varias: su mejor amiga ya no está con ella en el instituto (mucho menos en el viaje), la profesora encargada de "cuidarlos" le tiene tirria, no se relaciona lo suficientemente bien con nadie para sentirse cómoda y, además, ha escuchado que Ángela -la chica más chic y popular del instituto - piensa escaparse del hotel para ir con sus amigas a una discoteca. Callie no quiere arriesgarse a que  la señora Bentley -la profesora- le eche un sermón y le cuente toda sus verdades. Pero tampoco quiere estar sola durante el resto de viaje y esa salida nocturna le puede abrir las puertas a la sociabilidad... si es que logra salir con ellas, claro.
Como la rubia Ángela está siempre a la última en lo que a moda se refiere, nuestra protagonista no tiene mejor idea que irse de compras en busca de lo más trendy para impresionarla. Y eso incluye unos rojísimos tacones de Prada que le costaron el dinero que su madre le dio "para alguna verdadera emergencia". Todo hubiera ido genial, si  a Callie no se le hubiera pasado por la cabeza salir de aquella tienda presumiendo de su última adquisición, ya que fue un error que le cambiará la vida. La pobre muchacha tropieza, se da tremendo golpe en la sien y cuando vuelve a abrir los ojos está muy lejos de la bulliciosa Londres del siglo XXI.

Al principio se resiste a creerlo. Es imposible que se haya trasladado a un paraje demasiado verde y demasiado silencioso para ser la ciudad inglesa en la que está de visita. Cierra los ojos. Se pellizca. Y cuando vuelve a abrirlos, un ostentoso carruaje tirado de caballos pasa por su lado. Esto es el fin.

Cansada, con sueño, hambre y sed, Callie intenta mantenerse de pie mientras camina a la casa más cercana. ¡Pero qué casa! Es enorme, con una decoración exquisita y con aires de grandeza. Llama a la puerta y un extraño hombre vestido a la antigua le abre. Cuando el mayordomo está apunto de darle un portazo en la cara, una voz de chica ordena que le haga pasar. Ella es Emily, y está completamente segura de que Callie no es sino su amiga de la infancia que vendría de visita, llamada Rebecca.

Ahí comienzan los problemas. Primero, Emily explica que está en casa de su primo, el jovencísimo  y guapísimo duque Alexander Thorton-Hawke. Segundo, en la casa también vive Lady Victoria, madre del duque y una mujer estricta en cuanto a modales y maneras de la época. Y tercero y lo más importante, no falta mucho para que Emily sea desposada con Lord Denworth en un matrimonio arreglado y contaba con que Rebecca sea quién le ayude a impedir esa boda. Callie no sabe qué hacer ¿Es que toda esa gente está tan chiflada que afirman una y otra vez que están en 1815? ¿O la que está mal es ella?

A regañadientes, nuestra protagonista termina por aceptar la triste realidad de que no hay forma de regresar a su tiempo. Como puede, intenta ayudar a la cándida Emily, cumplir las expectativas de Lady Victoria y no acercarse mucho a Alex, no después de descubrir lo canalla que es y el secreto que esconde. ¿Podrá cumplir con su propósito?

Meteduras de pata, mentiras, escenas bochornosas y prejuicios. De todo un poco y en dosis justas. He disfrutado leyendo cada página  y riéndome con los pensamientos de la quinceañera Callie, que aun sabiendo lo malo que es el duque, no puede resistirse a su sonrisa y sus ojos verde esmeralda. Y entre cada intento de evitarlo, pero a la vez de acercarse a él, no sabe que alguien ya descubrió que ella no es más que una usurpadora. Además, se acaba de dar cuenta de algo: ¿Qué hará cuando la verdadera Rebecca aparezca? ¿Que pasará cuando sus padres la echen de menos?

Prada y prejucicio se es una novelita corta que se lee de un tirón. Sus ciento y pocas páginas pasan volando, una tras otras, dejando una estela de risas y ganas de continuarlo. Engancha, sí, pero no es suficiente para tener una puntuación perfecta. Quizás un poco más de profundidad en algunos personajes habría quedado genial o tal vez, alguna situación inesperada. Además, me hubiera gustado otro final, uno como el que me imaginaba al principio, pero me temo que de eso no hay y una tiene que conformarse. Sea como sea, el libro está para disfrutar de un buen momento y quedarse con una sonrisa en los labios.


Prada y prejuicio
Mandy Hubbard
Ediciones Laberinto
288 páginas
ISBN: 978-84-8483-464-9

1 comentario

  1. Estrella C.mayo 07, 2012

    Tiene buena´pinta, ¡yo lo quiero!

    Un saludo desde Colombia :)

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